sábado, 12 de octubre de 2013

La Malinche, de Rascón Banda, entre perredista y zapatista

Así como hay apuestas más conservadoras y otras más radicales, también existen aquellas que gracias a su eclecticismo recogen lo mejor de ambos lados, claro que de igual forma existen las aventuras menos afortunadas, pero no es el caso de La Malinche, de Víctor Hugo Rascón Banda. Y aunque la puesta en escena a cargo del Dir. Johann Kresnik se convirtió en un pandemónium delirante, alejado del texto dramático, vale la pena tratar algunas cuestiones que ubican la pieza como drama histórico.
Es una obra demandante en muchos sentidos, tiene 37 cuadros, tres malinches, saltos en el tiempo previos a la conquista y de la actualidad de la obra, personajes tan disímiles como los históricos en comunión con una psicoanalista, diputados, el Subcomandante Marcos e indígenas tzotziles, masacre en Acteal. Y a pesar de ello, la base documental histórica es muy consistente.
Ahora, de acuerdo con Herbert Linderberger, este drama histórico cumple con la continuidad que plantean esos saltos en el tiempo al ligar la conquista con las discusiones en la Cámara de Diputados y el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Es decir, hay un componente social como lo indígena que se vuelve problemático porque se les busca enajenar como a La Malinche que de un pueblo a otro, de un grupo a otro, de una lengua a otra termina por ser denostada por la historia y por los intelectuales más renombrados.
Y el problema no es lo indígena sino el tratamiento que se le ha dado desde ese momento coyuntural, como herramienta, como mano de obra, como carne de cañón, como guarismo en una estadística, y en los últimos tiempos como un consumidor. Por esa razón, es más importante que aprenda inglés y computación, y no la conservación de su propia cultura, para que pueda integrarse al gran mercado global donde la lengua común es el inglés y la moneda corriente los dólares. O, lo más triste, como parte de un paisaje turístico para que los extranjeros se sientan menos incómodos.
Por otra parte está lo que señala Antonio Buero Vallejo, en esta ficción, en esta mentira que es el teatro histórico, sí que muestra verdades esenciales de la identidad como mexicanos y de los pendientes por resolver a más de 500 años de distancia. Asimismo, esta Malinche cumple con ese otro propósito en el caso de este tipo de teatro: valioso porque ilumina el presente. Así, esta obra, con su ficcionalidad y anacronismos, abre la posibilidad a miradas alternativas al discurso anquilosado sobre la Malinche.

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